lunes, 30 de septiembre de 2013

El dorado está ahora en África.

¿Es África la última frontera de la inversión o el comienzo de un nuevo colonialismo financiero? La respuesta a esta pregunta servirá para entender la enorme actividad que múltiples fondos, pertenecientes a las mayores gestoras del planeta, están desplegando en ese continente. Los analistas creen que África replicará los mismos niveles de crecimiento que se dieron en los años ochenta y noventa en los entonces llamados países emergentes. Tanto es así, que en la última década la inversión extranjera se ha triplicado. Es más, Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica se han comprometido a invertir “la increíble cantidad” —en palabras de Nick Price, gestor del fondo Fidelity Emea— “de 530.000 millones de dólares (unos 400.000 millones de euros) en el sector industrial africano en 2015”. El interés de China e India en la región refleja la enorme necesidad que tienen de recursos naturales. Además, la población africana crece. De 1.000 millones de habitantes en 2010 a 2.000 millones previstos para 2040.

Desde luego, si la escritora Isak Dinesen regresara estos días a las colinas de Ngong, en Kenia, no reconocería ni sus tierras ni sus cafetales. El cambio es abisal. Etiopía, un país que ha sufrido una de las hambrunas más tremendas del siglo XX, es ya el décimo mayor exportador de ganado del mundo. Algo que despierta reticencias. ¿No estará arriesgando su seguridad alimentaria?

Compartiendo frontera con Etiopía, Sudán, que junto con Somalia es una de las naciones más pobres del continente, tiene el mismo PIB que Corea del Sur en 1950, por lo que los expertos le auguran un potencial enorme. Y Tanzania posee suficiente gas natural para abastecer por sí sola a Japón —el principal consumidor de este hidrocarburo del mundo— durante 40 años. Además, el Fondo Monetario Internacional (FMI) augura que, entre 2010 y 2015, siete de las diez economías que más rápido crecerán en el mundo estarán en África. Apunten: Etiopía, Mozambique, Tanzania, Congo, Ghana, Zambia y Nigeria. ¿Y la Kenia de Isak Dinesen? Su PIB crece un 6%. Aunque quizá la mayor sorpresa sea la aparición de “una clase media que no deja de aumentar a medida que el crecimiento del PIB permite ir más allá del consumo básico”, reflexiona Thabo Ncalo, uno de los responsables de los fondos africanos de Stanlinb, una gestora con sede en Johannesburgo (Sudáfrica).

A tanto optimismo se suma una población muy joven (la mitad del continente tiene menos de 30 años), un futuro energético envidiable (el FMI estima que si Nigeria duplicará su producción eléctrica, la riqueza del país crecerá más de un 10% anual, muy por encima, incluso, de China), un gasto creciente en infraestructuras y el colchón de “tener el 79% de toda la tierra del planeta que, siendo cultivable, todavía se halla sin explotar”, apunta Mercy Wambui, portavoz de la ECA (en español, Comisión Económica de las Naciones Unidas para África).
Hay multinacionales que se beneficiarán de una creciente clase media.

A todas estas buenas noticias, las grandes gestoras del mundo le han dado estructura de fondos de inversión. Y se han apoyado, sobre todo, en Nigeria y Kenia, cuyas Bolsas se revalorizaron más del 50% en 2012. En la práctica se han dirigido al África subsahariana, que es “donde está el sabor”, asegura, expresivo, Thabo Ncalo. Bueno, el sabor y también el dinero. En algo más de un año, el fondo Templeton Africa (de la gestora Franklin Templeton) ha captado 87 millones de dólares (65,5 millones de euros). ¿Poco? Es el comienzo. En junio pasado cerraba con 3.500 millones de dólares (2.635 millones de euros) el Templeton Frontier. “Invierte en África y en toda la segunda oleada de países emergentes después de Brasil, Rusia, India y China (BRIC)”, detalla Ramón Pereira, director general de Franklin Templeton, a quien no se le puede negar entusiasmo. “África es el continente con mayor potencial del mundo”, asegura.

La región parece estar repleta de oportunidades. El problema es cómo acceder a ellas. Si descontamos a Sudáfrica, en el continente hay 17 mercados de capitales, pero solo un puñado de ellos (Nigeria, Kenia, Zimbabue, Egipto y Marruecos) mueve volúmenes diarios superiores a un millón de dólares. De hecho, Angola, Mozambique, Etiopía y el Congo, a pesar de ser algunos de los territorios de más crecimiento, carecen de Bolsa. Aunque Angola espera resarcirse con la apertura de su parqué en 2016. Por eso, los analistas aseguran que junto a la inestabilidad social y política, el gran problema es la liquidez. Y también, como apunta Juan Luis Luengo, responsable de fondos de inversión de Citibank, “hace falta un conocimiento especial sobre la región que no es fácil encontrar”.

Pero si en algo resulta hábil la industria financiera es en hallar soluciones a sus propios problemas. Claire Peck, gestora de carteras de JP Morgan Asset Management, narra su fórmula para evitar esa carencia. Se basa en combinar un horizonte temporal de largo plazo (3-5 años) con compañías que tengan buenos fundamentales y una cartera que reúna mercados emergentes y frontera junto con recursos naturales. Como ejemplo cita el JP Morgan Africa Equity Fund, que reparte el riesgo entre Sudáfrica (52%) y Nigeria (27%). En concreto, los analistas de Nordea creen que Nigeria será la mayor economía del continente (desplazando a Sudáfrica) antes de 2020. Para “anticiparse a estos movimientos”, afirman, comercializan Nordea 1-African Equity Fund, “que permite a los inversores participar en la historia del desarrollo de África al tiempo que sucede”.

Si vamos al detalle, un porcentaje elevado de ese crecimiento procederá de las empresas que comercializan productos básicos. “Los países africanos parten de un nivel muy bajo, y tanto las rentas como la población están aumentando, por lo que las ventas de artículos de primera necesidad (alimentos y bebidas) se van a disparar”, prevé Nick Price, gestor de Fidelity. Esto beneficiará, por ejemplo, a las cerveceras (SABMiller, Diageo y Heineken) y a algunas multinacionales de la alimentación (Nestlé y Unilever) que venden en el continente. De hecho, estas firmas integran la mayoría de los fondos que invierten en África. Pero también Vodacom y MTN (telecomunicaciones), Tullow Oil (petróleo) y Randgold Resources (metales preciosos) hacen cartera.
La baja liquidez de estos mercados es uno de sus grandes inconvenientes.

Aunque hay que tener cuidado, porque “seleccionar acciones no es suficiente para conseguir buenos rendimientos, puesto que es necesario estar atento a los indicadores macroeconómicos y a las políticas locales, lo cual añade complejidad”, avisa Malek Bou-Diab, gestor del fondo BB African Opportunities (Bellevue Funds). Un producto que persigue un objetivo de rentabilidad anual cercano al 20%.

A pesar de esas ambiciosas metas, invertir en esta región del mundo es difícil. Se combinan altos beneficios con elevados riesgos. DWS Invest Africa —perteneciente a Deutsche Bank— es un excelente ejemplo de esta idea. Acumula una rentabilidad en los cinco últimos años del 9%, pero desde enero hasta julio de este año se dejaba el 12%. Su estrategia, relatan en la gestora, busca combinar un “enfoque ascendente, donde se evalúan los datos fundamentales de las empresas, y otro descendente, que se centra en la selección de países y sectores”.

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